miércoles, 29 de julio de 2015

Las colinas de Gavilanes

Tras el bullicio de los juegos, las risas y la música, por momentos atronadora; la finca que nos ha acogido fue ganando en silencios.

Primero los de las familias a las que os agradecemos que vinierais para poder disfrutar de un día tan bonito todos juntos.

Luego los de los niños que se llevaron con sus maletas el sonido del juego y parte de nuestro corazón.

Y con la marcha de los monitores, el silencio fue haciéndose sepulcral.

Las cosas vuelven a su lugar.

Las familias a sus casas. Los monitores a sus trabajos, vidas y circunstancias, que abandonaron fugazmente para crear un espacio mágico en estas dos semanas. Y las praderas de la finca a albergar a los animales y aves que fueron a buscar emplazamientos más tranquilos y sosegados.

Las colinas que eran reconocibles en la finca estaban antes de que nosotros llegáramos. Permanecieron para ofrecernos el paisaje que os pudo asombrar el domingo. Y continúan en su lugar mientras todos volvemos a hacer vida cotidiana en Tres Cantos.

Las colinas son símbolo de lo que permanece inalterable. Se nos ofrecen como recuerdo de que merece la pena aproximarnos a lo que no perece. A lo que no es circunstancial. Esas colinas contemplaron, hace siglos, sistemas feudales que ahora ya solo estudiamos en historia aunque para muchos fueran motivo por el que dar un vida. Observaron, asombradas, siglos después, enfrentamientos por ideologías que ahora ya sabemos que eran caducas, aunque en ese momento justificaran tanto derramamiento de sangre. Fueron cuna de líderes democráticos con los que parecía que la historia se acababa aunque ahora parezca que haya que reescribirla. Y las montañas, entretanto, simplemente, permanecían inalterables.

Las montañas, seguro han sonreído en estas semanas, porque entre el bullicio han reconocido cosas de las que "siempre han sido así": la sonrisa de los niños al jugar, la de satisfacción de los mayores al verlos crecer, el valor de la amistad, de la generosidad, de la entrega...

Nos despiden cuatro gotas de una despistada nube de bochorno. Quizá las lágrimas emocionadas de unas montañas que también desean acoger realidades que permanecen. El campamento lo hará, en nuestro corazón. El trabajo con los chicos retornará en septiembre cuando lejos de las montañas sigamos mostrando experiencias en la catequesis, en la parroquia, que aspiran a no ser efímeras.

Entretanto, cada vez que pasemos por la carretera de los pantanos, o por las cercanías de nuestras montañas cercanas, ojalá nos recuerden el valor de lo efímero y de lo perenne. De lo caduco y de lo eterno. Ojalá contemplándolas podamos relativizar el alcance de algunas cosas a las que llamamos problemas. Ojalá su vista nos remita a lo eterno, al amor de Dios.



(En el siguiente post os hablaremos de un castillo lleno de princesas. Y quizá uno último antes de que este cronista os deje centraros en lecturas más propias del verano).

sábado, 25 de julio de 2015

Os esperamos en Gavilanes

Con el sonido de fondo de la fiesta final del campamento, unas indicaciones para llegar a la finca.

1. Mejor la 501 (Carretera de los pantanos). Al pasar Piedralaves, estad atentos a los desvíos de la carretera. Encontraréis un cartel hacia la derecha que indica Gavilanes.

2. Subid por la carretera hasta llegar al pueblo y rebasar el cartel que indica la población.

3. A unos 500 mts, encontraréis una curva muy cerrada a izquierdas y, en ella, una indicación que pone "Albergue" y otra más clara que pone Restaurante "El Portalón". En la misma curva, tendréis que girar bruscamente a la izquierda, haciendo la raqueta, para seguir estos indicadores.

3. A 50 metros la calle se abre en dos. Giramos a la izquierda siguiendo un nuevo cartel que anuncia "Restaurante El Portalón".

4. Seguimos el asfalto durante un kilómetro y medio, en descenso, hasta llegar a las piscinas naturales. Allí se aparcarán los coches.

5. Por el margen izquierdo de la piscina natural, siguiendo el cartel "albergue", tras un ascenso de 300 metros, estaréis en la finca.

Os esperamos a partir de las 11.00 de la mañana.

Traeros bañador.

Buen viaje y buenas noches.

jueves, 23 de julio de 2015

El taller de imanes

El otro día una de nuestras monitoras veteranas se emocionó sin motivo aparente durante la realización de uno de los talleres.
Los que ofrecemos en el campamento son, sencillamente espectaculares. No por lo que hagan, que eso incluso hay algunos, no muchos, que nos ganan en creatividad y recursos; sino porque en su diseño y planificación hay monitores de muchísimo nivel que tienen diseñado un programa pedagógico tras ellos. Los niños no lo saben pero lo que hacen responde a una intencionalidad, a un desarrollo de capacidades que sabemos ellos tienen.
El taller de imanes se lleva a cabo con una plastilina y cola especial que se endurece para concretar la forma que los chavales han querido llevar a cabo. En ella se les pidió que se expresasen, de forma que tuvieran que desarrollar el arte de poner palabra a lo que somos y tomar conciencia de ello.
Siendo imán de cocina, nos aseguramos que quedará como recuerdo cotidiano de lo vivido y como forma de que el campamento siga siendo escuela en los días de otoño o de invierno en los que la rutina a veces amenaza con hacernos olvidar la suerte que tenemos.

Y entre amasados, colores y música alegre de fondo, la monitora, de repente, vive la preciosa y sobrecogedora experiencia de saber que lo contemplado conecta de una forma insospechada, mágica, con algo ya vivido.
En un momento de silencio, se separa de la actividad para que su memoria le conduzca en un viaje hacia la conexión vivida. Y la monitora regresa a un taller que también fue de imanes, hace mucho tiempo, en otro campamento de la parroquia, en uno de los primeros que se organizaron...
Y el taller de imanes se convierte en una toma de conciencia del paso del tiempo, de los cambios, de las pérdidas, pero también de lo que permanece y de lo que no podía sospecharse.
Y para la monitora el balance se torna regalo. Porque no son solo los imanes los que permiten la conexión. Muchos de los monitores de aquél taller siguen presentes en este. Pero, como fuente de la emoción y de las lágrimas contenidas, los imanes se convierten en testimonio de que Dios preside la historia.
Varios de los que entonces daban forma torpemente a sus sueños, reflejados en piezas de arcilla, ahora están de pie, moviéndose entre las mesas, como monitores de niños que entonces a lo mejor ni habían nacido.

Y se cierra un ciclo. Lo que era ya no es, pero sigue siendo. Los que aprendían ahora enseñan. Los que recibían ahora dan.
Tienen cierta razón los que defienden el carácter cíclico de la vida, que lo que es ya fue. Que lo que será ya está siendo. Aunque en la mayoría de los casos estos argumentos se utilizan para invitar al inmovilismo, a no "gastar" fuerzas en lo que está determinado. A la burguesía del siempre ha sido y será así.
Hay ciclos. Pero los hay fértiles y los hay estériles. Y para los fértiles hay que decidir, arriesgarse, invertir... Solo así las cosas son lo que han sido siempre y lo que tienen que ser.
Y la monitora emocionada certifica que lo que era ahora es y, lo que es más importante, estamos en la absoluta certeza de que dentro de unos años, los que hoy hacían imanes serán los que enseñen a otros.
Imanes que recuerdan a los niños durante el año la experiencia del campamento. Y a los monitores que hay experiencias con un atractivo irresistible.
Que las cosas sean lo que tienen que ser. Que sean cíclicas, pero fértiles. Que así sean de Dios.


miércoles, 22 de julio de 2015

El día al revés.

Se trata de un clásico en dinámicas campamentales, aunque aquí en Tres Cantos, que yo conozca, lo hemos estrenado este año.
El desayuno pasa a ser la cena, la cena el desayuno, la velada inaugura el ritmo de actividades y, bien entrada la noche hacemos la oración de la mañana.
A partir de esta sencilla propuesta, la creatividad.
Muy extendida la práctica de ponerse al revés las camisetas. Incluso los pantalones, decisión que hizo ver, a las pocas horas, la practicidad de los bolsillos cuando se iba a echar mano de ellos y no era posible encontrarlos.
Para otros, lo apropiado fue ponerse la ropa interior por encima de los pantalones. Una osada iniciativa que nos dejó no pocas risas.
Los hubo que se pasaron el día por la acampada caminando de espaldas. Quien cambió los términos de las palabras en el orden lógico de una frase. Quién probó a escribir en espejo y quien cambio el orden de las letras para referirse al monitor en concreto.
Y, a río revuelto, la picaresca parece asegurada en la próxima generación de españoles. El más listo de todos un crío que se dirigió a un monitor para pedir un bollo de chocolate a media mañana y que interpretó la negativa del monitor en la clave del día al revés y reivindicó que el "no" debía ser ese día "sí", por lo que tardó menos en desaparecer que en coger el bollo, ante la mirada atónita del monitor que tuvo que aceptar tamaña derrota por la contundencia del argumento.
El caso es que los niños no estaban alertados de que el día era al revés y pasaron las primeras horas del día mirando asombrados la extrañeza de nuestro comportamiento y alternando la sonrisa compasiva con cierta cara de frustración al comprobar en manos de qué insensatos estaban sus vidas estos días.
Con ojos abiertos que cruzaban miradas con otros compañeros para tratar de encontrar algo de seguridad ante lo que era evidente un comportamiento anómalo y absurdo, ante el que la distancia crítica era la mejor opción.
Con el paso de las horas fueron entendiendo la dinámica y haciéndose partícipe de ella, sin olvidar que era un juego, que el día al revés era solo un divertimento que terminaría como había empezado. Los más aventajados, como hemos relatado, se sumergieron en la dinámica hasta hacer de la confusión "ganancia de pescadores".
Cae la noche. El día al revés termina. Mañana volveremos a la normalidad.
Bueno, volveremos en el campamento. Porque la verdadera paradoja de este día es que, tanto ayer como mañana, los periódicos nos seguirán hablando de mundos "al reves" con la diferencia de que estos otros juegos no tienen ninguna gracia. Al principio los mirábamos con extrañeza pero, con el paso del tiempo, hemos ido aceptando estas lógicas y dinámicas para acabar aceptando que el que las religiones sean motivo de conflicto y no de unidad; que los cargos públicos no estén al servicio del bien común y que la corrupción sea una palabra conocida en su significado; que el consumo material tenga más importancia que el cuidado de las personas y, en definitiva, que hayamos dado la vuelta a muchos conceptos imprescindibles para la vida compartida en sociedad.
Y por eso hoy mi oración es con la mirada extrañada de los niños. La que habla de sensatez, de que las cosas tienen una lógica que no puede ser alterada por atractiva que parezca la propuesta. Hago oración con su seguridad, la que provoca una mirada que entrevera la sonrisa con la mirada crítica y que permite hacerse consciente de que estamos en juego y que los juegos tienen una función: la de recrear la realidad, pero no la de ser la realidad.
Quizá por esa razón Jesús indicaba que el Reino es para los que son como niños: para los que saben distinguir cuándo las cosas están en orden, y cuándo, sin más, jugamos a que sean al revés.



lunes, 20 de julio de 2015

Iguales y desiguales en capacidades

Se llama Alejandro.

Tenía tanta pasión por la vida que quiso adelantarse a los plazos de la naturaleza y eso le hizo tan distinto como tú y como yo. Iguales en dignidad, en derechos, en sueños... pero con otras capacidades. Algunas menos desarrolladas que lo que consideramos común y otras especialmente desplegadas.

Alejandro sonríe como todos; siente la alegría y la tristeza como todos; conserva sueños y deseos en su interior como hacemos todos...

Se expresa como lo hacemos todos, aunque haya que tener algo de paciencia para que encuentre las palabras y la forma en la que expresarlas. Trabaja y se esfuerza como hacemos todos, aunque es consciente de que su ritmo es diferente y que quizá no pueda seguir el de otros, cosa que no resta ni un gramo del valor de todo lo que realiza...

Alejandro es muy importante para nosotros. A lo largo de estos años nos ha enseñado a entender, respetar, acoger y valorar. Y, delicado, cada año nos ha dejado un regalo para que el corazón desarrolle su capacidad de no olvidar. Hace dos años con sus bailes expontáneos que nos recordaron el valor que tiene la vida. El año pasado con un abrazo impresionante con su amigo Diego, síndrome de Down, cuando se les pidió que dieran las gracias a alguien que hubiera mostrado una especial capacidad de acogida y de cuidado.

Y este año también nos ha regalado. Porque en muchas cosas Alejandro no es igual. No lo es para llevar garrafas de agua sin que nadie se lo pida. Ni para entender que sus piernas no resistirían un itinerante de tres días, pero cómo no la marcha de los pequeños a las pozas. No es igual que el resto a la hora de ofrecer abrazos gratuitos como testimonio del valor del encuentro. Y no lo es porque él quiere ayudar.

Ayer hablé con él para saber de sus inquietudes. "¿Vas a Ávila, Alejandro?".
-¡Sí!- contestó sonriente.
-"¿Y a qué vas allí?"
-¡A ser voluntario!-
-"Y qué es eso de ser voluntario, Alejandro"-.

Por un instante, Alejandro detiene su discurso, y se intuye el esfuerzo por construir un argumento, por encontrar la coherencia de una frase, por dar con las palabras adecuadas para mostrarlo... Entretanto, regala una sonrisa al interlocutor para hacer más amena la espera...

-"Ayudar a quien lo necesita". Para acompañar la sentencia con un abrazo tras el cual regresa al juego entre gritos por la alegría que le inunda.

Hoy el campamento nos ha vuelto a regalar imágenes que nunca podremos olvidar. Alejandro ha cumplido su sueño: ¡Ha sido voluntario!.




Y en el silencio de una noche estrellada, me brota una sonrisa preñada de ironía acerca de la igualdad y la discapacidad. Muchos de los adultos a los que conozco han perdido la capacidad de disfrutar con intensidad, de valorar un pequeño gesto, o de querer que la vida sea un regalo no solo para nosotros mismos.

Envidio tus capacidades, Alejandro. Y doy gracias a Dios porque podamos verte crecer entre nosotros.



domingo, 19 de julio de 2015

Para que dentro de cuatro años...

Hay momentos que quedan grabados en el corazón y que merecen la pena ser compartidos.

Tiene nueve años pero la sensibilidad y la ternura que muchos pierden con la edad.

La homilía de hoy ha sido compartida. Los monitores han expresado experiencias en las que no era fácil ver la voluntad de Dios y su sentido. Y cómo el don del entendimiento, tema de la jornada, nos invita a expresar nuestra fe en el hecho de indagar en la realidad para comprender su verdadero significado.

Alex ha compartido su experiencia en el Campo de Trabajo de Linares de hace cuatro años. Su impacto por la realidad allí contemplada. Dice que no ha sido capaz de acabar de entender el porqué de esa realidad, porque quizá el don no dé para injusticias, lo más contrario a la naturaleza de Dios. Pero sí dice tener experiencia de haber entendido lo que podía hacer su carrera profesional en favor de los desfavorecidos. Y en la forma de expresarse suena, realmente, a don del Espíritu.

Hemos hablado también de cómo el don del entendimiento no lo agota todo. Y que cuatro años después hay niños que, en Linares, están igual o peor que antes. Y que el mal es algo que quizá no siempre pueda comprenderse.

Ana Belén, con sus nueve años, ha guardado, como María, las palabras en el corazón. Y llegado el momento de las peticiones, nos ha dejado un grito de esperanza, una expresión de compromiso y un testimonio de rebeldía ante lo que por injusto no puede ser entendido y menos desde Dios.

Y con una fuerza que bien merece que sus palabras sean las que cierren este relato. Porque hay testimonios tras los cuales lo más correcto es el silencio:

"Por los niños de Linares, para que con nuestra ayuda dentro de cuatro años sí estén mejor que ahora".

El niño que no juega, o tiene una espina en el pie o la tiene en el corazón

Esta es una frase que escuché en mi curso de monitores, ya datable con carbono 14.

El paso del tiempo me ha permitido corroborar la sabiduría y profundidad de la sentencia y hacerla extensiva al mundo adulto en los siguientes términos: el adulto que no tiene sentido del humor, o tiene una espina en el pie o la tiene en el corazón.

En el campamento tenemos buenas dotes de podología. Es el arte de observar, de tratar de entender y de anticiparse a las razones por las que un niño podría dejar de sonreír. Nuestros chicos gozan de buena salud. Vienen con los pies muy trabajados de sus casas y de las catequesis. Con todo, en los campamentos los niñ@s son distintos y, fuera de su entorno natural, se observan con mayor nitidez tanto las grandezas y miserias de cada uno de nosotros.





Hoy nos han visitado Kirby y Madknight para sumarse a nuestros juegos y nos han permitido disfrutar de un buen rato de risas y carreras. Hay que agradecérselas a los monitores que han estado semanas preparando los disfraces, los juegos y las animaciones para que los niñ@s se sientan, no invitados, sino casi forzados a entrar en una dinámica de trabajo.

Los niños juegan, los monitores cuidamos de sus pies y Dios, en su lenguaje, sonríe con los juegos de vuestros hij@s.